¿Por qué los amigos no duran para siempre?

¿Por qué los amigos no duran para siempre?


La vida es un viaje, así como las personas con quienes nos cruzamos, nuestros compañeros en el camino. Algunos nos escoltan desde el principio; con otros, apenas intercambiamos unas breves palabras; pero los hay que están ahí durante mucho tiempo, y disfrutamos de su compañía. Sin embargo, ni siquiera ellos nos acompañarán durante todo el trayecto. Ni siquiera los amigos duran para siempre.


Afortunadamente, nos rodean otras personas desde el momento en que venimos al mundo, pero ellos, nuestra familia, por más que nos quieran y nos deseen lo mejor, no dejan de ser algo impuesto.


En familia aprendemos a convivir, a amar y a pensar, pero gran parte del cariño que se les profesa no se debe a los lazos de sangre, sino a la costumbre. Han estado ahí desde que nacimos y su compañía es tan natural como inevitable.


Los amigos son diferentes porque a ellos sí que los elegimos (y ellos nos eligen a nosotros). No compartes tu tiempo con un amigo por costumbre ni porque las circunstancias te aboquen a ello; se comparte el tiempo con los amigos porque con ellos se tienen en común unas características, unas ambiciones, una visión del mundo. Algo, sea lo que sea, que nos une de una forma más estrecha que el parentesco más arraigado.


No obstante, tampoco estos lazos son eternos. Los humanos no somos seres monolíticos. Con el paso de los años, aprendemos, crecemos y maduramos. En pocas palabras, cambiamos. Y, dado que el ritmo y la naturaleza de los cambios es única para cada persona, no resulta sorprendente que nuestros caminos se separen tarde o temprano.


Es algo natural: al terminar los estudios, algunas amistades mueren, otras se enfrían y unas pocas se mantienen. Y llegarán otras, de forma gradual o inesperada, y también estas evolucionarán con el tiempo. No hay nada triste en ello; si cabe, incluso podría decirse que es motivo de orgullo porque sabes que has formado parte del pasado de esa persona, de la huella emocional que, en mayor o menor grado, ha forjado su forma de ser. Exactamente igual que ella o él habrá hecho contigo.


Empeñarse en conservar una relación a la que le ha llegado la hora tiene mucho de egoísmo. A veces, llega un punto en que te juntas con esa persona porque es lo habitual, por costumbre. Probablemente te hayas parado a pensar en ello pero sigues quedando con ella. Cuando eso ocurra, sabrás que habéis empezado a matar el tiempo en vez de vivirlo, que es lo que hacen los verdaderos amigos.
Por eso, deja que cada cual se baje en su estación. Otros subirán al tren, así que el vagón de la vida nunca estará vacío. Y, en cualquier caso, los recuerdos siempre llenarán ese asiento en tu corazón.


Joel Saldaña Quevedo

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